{01.} HyukJae & DongHae

21:22:00 Roxana Poxana 1 Comments

Prompt: "Quiero pedir un EunHae (duh) y quiero que sea con la temática de soulmates (cuz... you know they kind of are)" 

Esto resultó ser una trilogía de drabbles (wtf, ¿eso existe?) y nada, bonita forma de inaugurar el blog. No sé qué tal están, dudo un poco. (Eso sí están super fluffy, pero eso fue a propósito bc... my Chini needs luv ♥) Estoy de a poco retomando el ritmo, pero para allá vamos. ¡Disfruten!





{I.}
Todo el mundo lo sabía, todos hablaban de ello.
Era, según muchos, el hito más significativo en la vida de toda persona.
DongHae estaba en desacuerdo.
Pero claro, DongHae era un caso especial.

La “revelación” era lo que marcaba tu paso real a la adultez, le decían sus compañeros a DongHae; la hermana mayor de SooHyeon había despertado con un “Para ti, es gratis” en su mejilla, y cinco días después había conocido al hombre con el que se casaría este otoño. (Claro  que nadie contaba la desesperada carrera en la cual la hermana de SooHyeon había ido preguntando precios en todas las tiendas donde encontrase a alguien guapo hasta que por fin conoció al destartalado adolescente que trabajaba en el Dunkin’ Donuts y en su mejilla tenía “¿Cuánto cuesta?”)

La verdad era que la hermana de SooHyeon había sido afortunada. El hecho de que la primera palabra que tu alma gemela fuera a decirte apareciese en tu mejilla en tu décimo tercer cumpleaños, era mucho más poético en las películas cuyos afiches promocionales plagaban los metros y paraderos de buses que en la realidad, si lo pensabas bien.

Que el universo supiera qué era lo primero que el supuesto amor de tu vida fuera a decirte, no implicaba necesariamente que fueras a conocer a esta persona. Ocho billones de humanos en el mundo, seis naciendo y trece muriendo a cada segundo—la posibilidad de encontrar a tu otra mitad eran escasas. Además de todo el acoso que llevaba ser un adolescente con una frase o palabra tonta o vulgar en la mejilla— ¿qué se podía hacer cuando ibas por la vida con un “pañales” estampado en tu piel?

Era estúpido, todo el sistema era estúpido. ¿Qué sacabas con tener un desfile interminable de seres humanos con variaciones de “hola”, “buenos días”, “buenas tardes”, y cosas así en las mejillas? ¡Era ridículo esperar que alguien se encontrase en esas condiciones! Sin contar que la mayoría de las veces, las palabras se desvanecían sin aviso… ¿Y qué pasaba si tu alma gemela te dijo “buenas noches” un día y tú estabas tan distraído que no lo notaste? ¡Estúpido! ¡Ridículo!

Y aun así, aquel doce de octubre, DongHae abrió los ojos de par en par y corrió al baño a mirarse en el espejo. La decepción hizo que su pecho se contrajera con amargura. Nada. No tenía nada. Nunca conocería a su alma gemela. O no existía. O había muerto. O lo que fuera; nada. No había nada.

—Oh, cariño… Espera, ya llegará—dijo su madre, tranquila, acariciándole el cabello.
—A lo mejor es mimo—lo molestó su hermano, y DongHae quiso empujarlo por las escaleras.
—Necesitas paciencia, a lo mejor es menor que tú y no ha nacido—sugirió su padre, práctico como era.

Pero ahí estaba el problema: a DongHae no le gustaba estar solo. Y tampoco era conocido por su paciencia.

Así que, sin nada que perder, Lee DongHae se lanzó a la vida de las personas que no tienen a nadie esperándoles al final del día. Comenzó a visitar aquel lugar detrás del gimnasio donde todos los “mejillas limpias” mayores se juntaban. Hizo amigos. Hizo amigas. Hizo “más que” de ambos. Tuvo buenas notas—aceptables, en realidad. Buenas, digamos. Se unió al equipo de fútbol. Sus… uh, proezas, detrás del gimnasio cobraron casi tanta fama como las que hacía en la cancha.

La vida fue buena, y seguiría siendo buena.

¿Quién necesitaba un alma gemela cuando eras el chico más popular de tu escuela?


{II.}
—Aquí está su muffin—DongHae le entregó su bolsa de “para llevar” a una muy sonriente colegiala y se dio la media vuelta, poniendo los ojos en blanco cuando escuchó una risita tonta seguida por un “gracias, oppa”.   

Era de esos días lentos en que solo colegialas haciendo hora para sus talleres extracurriculares y el universitario ocasional entraban a la cafetería—sin contar al aspirante a escritor que había estado sentado aproximadamente cinco horas en la misma butaca jugando Angry Birds. DongHae se aburría y se preguntaba por qué no había entrado directamente del colegio a la universidad—además de no tener dinero y estar ahorrando para no tener que pagar un crédito estudiantil, claro.

—Hey, Amber, ¿déjame estar en caja?
Amber soltó una risa nasal y DongHae arrugó la nariz.
—¿Qué?
—Lo siento, Hae. Pero tienes que saber manejar dinero para estar en la caja.
—¡Hey, no lo hago tan mal!

A sus diecinueve años, DongHae se consideraba una persona feliz.
Bueno.
Quizá no feliz.
Pero contento.

Mantenía contacto con algunos compañeros de colegio, pasaba las tardes con otras almas perdidas de mejillas limpias como él, trabajaba en el café, ocasionalmente gastaba dinero en un CD o ir al IMAX del centro comercial. Era una vida agradable, tranquila. No tan rimbombante como su explosiva popularidad en el colegio, pero era algo… Algo sólido. Algo en lo que se podía apoyar para seguir creciendo.

—Amber…—hizo un puchero, apoyándose en el hombro de la chica y mirándola a través de sus pestañas largas y encantadoras.
—No lo creo. Lo siento—su sonrisa burlona decía lo contrario, eso sí—. Y atiende a clientes por favor, que para eso te pagan.

DongHae gruñó para sí mismo pero se acercó al mostrador de todas formas. Trabajo era trabajo.

Y entonces lo vio, parado frente a él.
Cabello castaño muy claro, ojos en su celular, audífonos en los oídos, zapatillas Jordan y ropa de aspecto costoso. Parecía joven, tal vez de la misma edad de DongHae. Su piel era blanca, bien cuidada, sus labios rojos y llenos—había algo sobre él, algo que DongHae no podía nombrar con exactitud, pero que estaba allí y era maravilloso. Algo que le quitaba el aliento.

Todo el mundo hablaba de ello, como si supieran, como si fueran expertos…
DongHae nunca creyó que fuera a sentirse así.

Fue como si todo el universo se hubiera transformado en algo diferente, algo más brillante e intenso—como si cada color fuera más nítido, cada textura se adecuara a su piel. Su corazón latía tan rápido que DongHae no estaba seguro de si estaba respirando de manera normal.

Abrió la boca en el mismo instante en que el chico subió la mirada y se encontró con DongHae frente a él. Sus ojos se abrieron con alguna expresión indescifrable que se escribía por todo su rostro, y el pensamiento horrible de que tal vez no había sentido lo mismo que DongHae con ese simple golpe de mirada cruzó la mente del barista.

El chico dio un paso atrás. Su torso se volteó ligeramente.
DongHae no pensó.

—¡Espera!

Se estiró sobre el mostrador y tomó la manga del extraño que se sentía como la persona más familiar del mundo. En su mejilla, “Espera” brillaba como delineada por rubíes (o al menos es le pareció a DongHae, en su arranque poético).

—Tú… Tú existes… Tú…—de pronto, sintió ganas de llorar. Si esta persona estaba aquí, frente a él… ¿Por qué…? ¿Es que este chico no planeaba decirle nada, nunca?—. Dime… ¡Háblame!

El chico apretó los labios y negó con la cabeza, sus ojos vagando por el suelo antes de volver a centrarse en DongHae. Sus ojos se aguaron ligeramente cuando volvió a negar con la cabeza, mientras apuntaba a la mejilla prístina de DongHae.

Oh.

Oh.


{III.}
Es curiosa la palma de la mano, ¿no? Todo el mundo se enfoca en los dedos, en lo gráciles y prácticos que son… ¿pero y la palma? ¿Es sólo un mapa para la vida de un supersticioso?

Una expansión de piel ligeramente menos receptiva, un tacto mucho menos obvio que el da la punta de los dedos que ya todo lo saben; una forma diferente de percibir.
Cómo se subestima a la palma.

En las tardes otoñales, en las noches veraniegas, en las mañanas invernales, bajo el sol de primavera, DongHae detiene el tiempo para adaptar sus manos a las curvas y explanadas el cuerpo de HyukJae. Lo hace suspirar, suspira él. Se besan. Entrelazan sus piernas, estrechan al otro entre sus brazos. DongHae refresca su memoria con mapas más que conocidos; deja que el cuerpo de HyukJae se relaje bajo el propio.

No obstante, no debería subestimarse a los dedos tampoco; las palabras que HyukJae y él mismo forman con ellos, los significados que acarrean, la manera en que se estiran, se enroscan, se doblan; todo para que HyukJae pueda decirle a DongHae lo mucho que lo ama (o recordarle que compre leche, que ya no queda)—magia, DongHae no tiene otra forma de llamarlo.

HyukJae, de muchas formas, sigue siendo el chico de las Jordans que conoció en el café aquella tarde floja en la que quería estar en la caja. Le gusta bailar y ver películas de acción, lee mangas y está loco por los perros. Trabaja en una agencia de publicidad, y adora su trabajo con la misma pasión que adoraba estudiarlo.
DongHae, sin embargo, ha cambiado mucho—o al menos, eso cree. Ya no está a la deriva, ya no está contento, ya no flota por la vida; ahora es feliz, tiene una carrera, alguien en quien pensar mientras trabaja, una persona que hace que el pequeño departamento que acaban de terminar de pagar sea un hogar.

La mejilla de DongHae sigue sin palabra—pero está llena de besos, de sonrisas, te caricias suaves, de mordidas juguetonas. Su mejilla podrá estar en blanco, pero sus manos están llenas de historias, sus ojos repletos de anécdotas e información que HyukJae le ha confiado a lo largo de sus años juntos

Diez años, y aquí están.
Sin palabras. Sin arrepentimientos.

Solo ellos, y el maravilloso sonido de la respiración relajada de HyukJae mientras DongHae le canta  al oído y recorre su cuerpo con sus manos reverentes. 

1 comentario:

  1. ES MÍO!! LO AMOOOO ASHDJASJDHSA ME ENCANTÓ, ES TAN FLUFF, ES TAN LINDO!! ashdgashsa y resulta que al final la broma de DongHwa era cierto xD es como la canción "Y no le dijo nada" xD
    ahsdagsdj los amooo, amé el fic, es perfecto :3

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