{One-Shot | HyukJae & DongHae} Charming Eyes

21:56:00 Roxana Poxana 0 Comments

  • Pairing: HyukJae & DongHae
  • Resumen: No tiene :D Este es un oneshot que hice hace unos cuantos (ahem) años, que nunca publiqué en ningún lado, y que me pareció buena idea subir aquí para que estuviera en algún lado (que casi no lo encontramos cuando lo buscamos con una amiga D:).
  • Rating: R 
  • Género: Angst / Shota
  • Advertencias: Violencia / Problemas psicológicos / Diferencia de edad



Charming Eyes;

Submission.

DongHae... DongHae...

El castaño levantó la mirada del suelo bruscamente, centrándola en la mujer cincuentona detrás del escritorio blanco. Sus pies se balanceaban sin ritmo, tratando de liberar la tensión que sentía al estar allí… solo. Porque estar aquí sin él era lo mismo que estar solo, y había una cantidad limitada de ausencia que su sistema podría soportar.

-¿DongHae?-una llamada más, y los ojos del adolescente se enfocaron. La doctora sonrió-, ¿Por qué te muerdes el dedo?

El dedo se apartó de la boca tan raudamente como había llegado, y DongHae se mordió el labio en su lugar. Tic, tac, tic, tac… ¿Cuándo terminaría la hora?

-Porque estoy nervioso-reconoció con voz infantil y vulnerable.

-¿Y por qué estás nervioso?

-Porque Hyukkie no está aquí.

-¿Y eso… por qué te pone nervioso?

DongHae reprimió las ganas de poner los ojos en blanco.

-Porque… Hyukkie siempre está conmigo.

-¿Y eso te parece normal?

-Bueeeno-habló agudamente, arrastrando la sílaba, como meditando-, Hyukkie siempre está conmigo. Y eso me gusta.

La doctora alzó una ceja y se inclinó hacia adelante, poniendo las manos encima de la mesa y clavando una mirada inquisitiva en su paciente.

-DongHae, ¿qué edad tienes?

-Trece.

-¿Te sientes de trece?

-Sí-No.

-¿Por qué no actúas como tal? Sé que no eres así. Solicité tu expediente, ¿sabes?

DongHae se quedó en silencio un momento, tras el cual soltó una risotada, sus pies cesaron todo movimiento y su porte se enderezó en la incómoda silla de plástico.

Si así quería jugar, bien. DongHae no tenía problema en ser honesto, pero más valía que estuvieran preparados para escucharle.

-¿Qué es lo que quiere saber?-preguntó, y su tono esta vez era serio y desafiante, muy distante de la aniñada actitud previa. Se cruzó de brazos y se reclinó en la silla.

-¿Por qué estás aquí?

-Mis padres odian a HyukJae-disparó él.

-Claro que no-replicó ella.

-Sí lo odian.

-Pero eso no es la razón por la que estás aquí.

DongHae bufó.

Pasaron el resto de la hora en silencio.

~*~

HyukJae lo estaba esperando sentado en la calle frente al portón del estacionamiento de su edificio (los padres de DongHae habían dado instrucciones de que no se le permitiera ingresar—aunque claro, usualmente eso no impedía que, de hecho, entrase). Estaba usando solo unos jeans desgastados y una camiseta blanca, y DongHae agradeció que no hiciera frío; lo último que quería era sentirse culpable por un resfriado de HyukJae.

Sonrío al verlo tan distraído observando algo indefinido, o a la nada… Se preguntó qué estaría pensando. Se llevó la mano al pecho, su labio entre sus dientes. Su corazón latía dolorosamente rápido cuando veía (o pensaba) en esa persona que tenía la paciencia de esperarlo frente a su casa, que lo amaba lo suficiente como para no odiarlo por todo lo que sus padres los hacía pasar.

-¡DongHae!-chilló su madre cuando el castaño abrió la puerta del auto y bajó de un salto, corriendo hacia el mayor sin preocuparse por casi caerse de un vehículo en movimiento. Cuando se está enamorado, lo menos que te importa es ser aplastado por un automóvil—lógica de DongHae, patentada.

-Hyuk, Hyukkie, te extrañé, por favor… por favor…-murmuró desesperado, sintiendo los brazos del mayor envolverlo con fuerza. Su cuerpo temblaba, su voz salía quebrada de su garganta y su corazón dolía, dolía demasiado apretado dentro de su pecho comprimido.

-Está bien, Hae, ya estoy aquí-susurró contra su cuello, besándolo con cariño.

El pelirrojo tomó el rostro del castaño entre sus manos y lo separó un poco de él, sólo para tener acceso a sus labios. El menor dejó que HyukJae lo besara con intensidad, moldeándose a sus manos y abriendo la boca para darle paso a su lengua. Suspiró ante la sensación cómoda y familiar, y sus miedos lentamente se fueron evaporando a medida que el beso subía de tono y los dedos ágiles de HyukJae se colaban bajo su playera.

-Lee DongHae, ¿pretendes matarte? ¡¿Y no tienes sentido de decencia acaso?!-y ahí estaba su madre de nuevo. La mujer, de aspecto joven pero severo, caminó indignada hasta los niños, pensando en todas las cosas que quería gritarles a ambos… porque eso eran: unos niños pendejos jugando con cosas que no podían siquiera entender.

El semblante de su hijo cambió de inmediato, volviendo a su postura desafiante, algo tan reflejo que parecía correrle bajo la piel. Deseó que esos horribles tacones de diez centímetros se rompiesen y la dejasen caer en su abismo, que se afilaran y le atravesasen el pie.

-¡No, tú lo haces!-la acusó DongHae, volteándose para mirarla con una rabia ardiente, líquida y sentida en su expresión más inmadura-. Tú que me llevaste a ese lugar horrible y ni siquiera dejaste que HyukJae fuera… ¿Qué hubiera pasado si perdía el control?

-No seas dramático, es una clínica profesional y…

-¡No me importa!-la interrumpió, poniéndose de piel-. Tú y papá no saben nada, no entienden nada.  ¿Vamos Hyuk?

El pelirrojo asintió, poniéndose de pie e ignorando por completo a la mujer a su lado, como si esta no existiera. Hacía ya bastante que había aprendido a no meterse en los problemas de su novio con su madre. Él sólo se dedicaba a estar allí para DongHae, como siempre.

Su madre suspiró con frustración pero no trató de detenerlos. Evadió la mirada cuando la pareja pasó al lado de ella, el castaño rozando su brazo como provocación. ¿Cuándo la relación con su hijo se había convertido en esto? En odio y desdenes y un intruso de por medio, al cual DongHae obviamente quería más que a ellos, sus padres, su familia.

Denunciarlo, debía haberlo denunciado cuando notó que aquello había comenzado, pero ¿qué podía hacer? La única vez que había tratado de separarlos… el “incidente” había ocurrido. No quería estar tan cerca de perder a su hijo de nuevo, por mucho que le doliera el sentir que no había mucha diferencia entre ello y esto, la realidad.

-Mierda de vida-murmuró, conteniéndose para no pegarle una buena patada a las llantas de su Hyundai.

~*~

-Ah, HyukJae…-DongHae levantó su trasero aún más, moviéndolo de lado a lado frente al rostro de HyukJae-. Vamos, vamos, dámelo… Mételo. Quiero sentirte.

Al pelirrojo no le tenían que decir algo así dos veces, y DongHae no tardó en sentir el miembro duro y caliente del mayor adentrarse en él, moviéndose de inmediato en su interior. Apretó las sábanas con sus puños mientras gritaba hasta que su garganta dolió, hasta que ya no sentía la cabeza de lo ligera, hasta que el placer hizo temblar cada célula de su pequeño cuerpo y hasta que se corrió sobre las sábanas, agachando la cabeza, incapaz de sostenerse a sí mismo. En su sopor, percibió el semen de HyukJae llenarlo y gimió de placer al saberse marcado, al saberse lleno.

Con las respiraciones agitadas, ambos se desplomaron, DongHae sobre la cama, HyukJae sobre el menor, posición de la que se salió rápidamente para no aplastarlo. El castaño se volteó en su dirección y lo abrazó por la cintura, enterrando su rostro en su cuello.

-No quiero ir a terapia… Nunca más-murmuró contra ese pecho tonificado y fuerte que siempre lo reconfortaba en formas que nadie podría imaginar, y que en secreto envidiaba. ¿Cuándo iba a crecer y ser como HyukJae?

-DongHae…

-No, no lo entiendes. Si me acompañases… quizá podría, pero no puedes… yo no puedo.

-Sabes que no estás técnicamente solo, ¿verdad?

-¡No estás tú! HyukJae, no entiendes… No entiendes.

Nadie, ni siquiera HyukJae podría comprenderlo. El miedo, no, el terror que lo invadía cada vez que no había nadie a su alrededor para protegerlo de las sombras que se envolvían en su cuerpo y quemaban su piel… No, había que ser Lee DongHae para comprenderlo.

Solamente Lee DongHae podría comprender las causas de su delirio.

~*

Son sombras. Cada vez que cierro los ojos y no están conmigo.

Antes de HyukJae eran sombras también, más poderosas, incluso.

Cuando no hay nadie para verte, reptan por tu cuerpo y te jalan la piel, quieren destruirte. Cuando no pueden hacerlo, hacen que tú lo hagas. La única forma de contenerlas es con luz, con luz y compañía y nunca estar solo con ellas.

Empezó a los ocho años. Dormía, lo recuerdo. Mi pieza estaba al final del pasillo, al final… se suponía que me mantendría seguro, en caso de que entraran a robar o algo de ese estilo. Era la más cercana a la de mis padres y yo… yo les creí cuando me lo prometieron.

El olor penetrante, desquiciante, del fuego lamiendo letalmente el suelo y las paredes de la casa todavía está sellado en mi memoria, y reaparece cada vez que estoy solo. HyukJae hace que las sombras y el olor se vayan.

Estar solo es peligroso… Estar sin HyukJae es imposible…

Lo amo.

Lo necesito.

Sin él... las sombras me consumirían hasta la muerte.

Terminó su relato entre sollozos, sus dedos aferrándose a la tela de sus pantalones para aguantar las ganas de salir corriendo.

La doctora no dijo nada, no mostró señales de impresión o simpatía o conmiseración o siquiera agradecimiento por su valentía. No dijo nada. Solo bajó la mirada a su cuaderno y anotó ciertas palabras, que DongHae, siendo el ser curioso por naturaleza que era, no pudo evitar esforzarse para leerlas.

Maldita la hora en que lo logró.

Monofobia. (Tintes esquizofrénicos. Observación.)

DongHae se mordió el labio. La palabra dolía, era un peso muy grande para sus delicados hombros. Sabía que había mucho que estaba mal con él (no era imbécil), pero que tuviera nombre, que fuese una enfermedad… El peso del nombre lo hacía real, lo hacía escalofriante.

El menor hizo una venia a la doctora y salió del despacho, encontrándose de inmediato con el rostro preocupado de HyukJae.

-¿DongHae…?

El castaño negó con la cabeza y se lanzó contra su cuerpo, abrazándolo con todas sus fuerzas, enterrando el rostro en la calidez protectora de su pecho.

-Estoy roto, Hyuk.

Dime algo que no sepa.

~*~

La tarde era tranquila y fresca, diferente a esas heladas que habían abundado durante la temporada, y que ahora estaban comenzando a decaer con la llegada de la primavera. HyukJae y DongHae limpiaban y reordenaban la colección de manga del mayor, disfrutando de la música de algún artista occidental. La hermana del pelirrojo, la única que vivía en el pequeño departamento además de él (sin contar a DongHae, quien pasaba tanto tiempo allí que prácticamente se había mudado), había salido, así que estaban solo ellos…

Solo ellos.

Era ahora o nunca.

-Mañana tengo que ir a ver universidades-mencionó casi al pasar, sin embargo sus palabras tomaron desprevenido el castaño, quien dejó caer el tomo de One Piece que tenía entre sus manos.

-¿Por qué? ¿Vas a ir a la universidad?

HyukJae siempre le había dicho que no. Desde “el incidente” hacía dos años, HyukJae había prometido que dedicaría toda su vida a estar con DongHae, a acompañarlo, a ahuyentar a las sombras de sus pesadillas.

No obstante HyukJae ahora tenía dieciocho, y a pesar de que habían pasado sólo dos años desde su juramento, eran del tipo de años clave que podrían hacer cambiar el pensamiento de una persona. Especialmente un adolescente. HyukJae no era tan fuerte—o tan débil.

-¡No! Rayos, Hae, claro que no. El colegio nos llevará a toda la generación, y sabes que ya no puedo tener otra falta más… Pero necesito saber que estarás bien.

Dejó de lado lo que estaba haciendo, se acercó al menor y tomó su rostro entre sus manos, agachándose para besarlo. Sonrió sobre sus labios. DongHae era tan joven, tan ingenuo y a la vez tan observador… Lo amaba, no había nada que no haría para protegerlo, y, aunque fuera por un día, le dolía en el alma separarse de él.

Quizá HyukJae, también, se había vuelto algo dependiente.

O más que algo.

-¿Vas a estar bien, pequeño?

-Supongo.

No, no, no, ¡NO!

~*~

Había sido un accidente.

Podría haberle pasado a cualquiera.

Podría haber sido YooMi o ShinJae o el señor Park el que cruzara la calle con el semáforo en rojo, el que se hubiera encontrado con aquel Audi azul.

Pero no fue YooMi o ShinJae o el señor Park, fue DongHae, y el hecho de que le haya pasado a Lee DongHae en el único día en que su novio, según todos en la secundaria sabían, lo había dejado solo debido a una excursión estudiantil, sacudió a los familiares y compañeros (decir amigos era quizá forzar el significado de la palabra).

DongHae fue internado de inmediato en el Hospital General, y operado de urgencia del pulmón en una cirugía exitosa y, gracias a Dios, sin complicaciones. Fue internado, luego, con un yeso para su pierna rota y oxígeno para su cansado sistema, en un coma inducido que le permitió dormir por primera vez en años solo en una camilla, sin cierto pelirrojo a su lado, sin pesadillas y sin interrupciones.

HyukJae llegó una hora después del accidente al colegio, donde una compañera de DongHae le contó lo sucedido. Olvidados todos sus planes de mudarse a Kyoto a estudiar que habían surgido durante la previa jornada, corrió hacia el ya mencionado hospital, donde los padres dieron instrucciones de que no pasara de la sala de espera, si es que eso. Se necesitaron tres guardias de seguridad para sacarlo del establecimiento.

No le quedó más que resignarse a la rutina, esperando el día en que DongHae estuviese dentro de sí de nuevo para que él mismo exigiese verlo.

Esto es mi culpa. Era el pensamiento que lo asediaba constantemente.

~*~

El cuerpo del castaño despertó una semana después.

Sin embargo… la persona que despertó junto a él estaba lejos de ser Lee DongHae.


Chaining.

-Buenos días, DongHwa-saludó la doctora mientras el castaño se sentaba en la silla plástica frente a ella-. ¿Cómo te sientes hoy?

El castaño sonrió, acomodándose los jeans que desde el accidente le quedaban grandes, al igual que toda su ropa. Había perdido tanto peso… Todo el mundo le decía que lo recuperaría en musculatura cuando creciera, pero él no tenía idea de cuándo rayos ocurriría eso.

-Muy bien, muy, muy bien. Me sacaron el yeso hace ya tres días… Mi pierna se sentía extrañamente liviana. Quería saltar pero…

-¿El doctor dijo que te lo tomases con calma?-preguntó la psiquiatra, sus labios curvándose en una sonrisa casi maternal que al adolescente le generaba una mezcla inverosímil de tranquilidad y exaltación.

Asintió, haciendo un puchero, y la mujer soltó una risotada divertida. Se sentía mal por pensarlo, pero este chico, DongHwa, era un encanto, un alma pura a inocente muy distinta a las que estaba acostumbrada a tratar. Era increíblemente poco ético, casi amoral y, no obstante, la doctora casi deseaba que DongHwa no mejorase nunca.

Se mordió el labio mientras le preguntaba cómo había estado su semana y DongHwa comenzaba a hablar prácticamente solo, en un monólogo cambiante que relataba hasta las más mínimas experiencias, como el gatito blanco de la vecina y la carne quemada de su madre.

¿Qué significaba todo esto?

~*~


La señora Lee dejó la Vogue americana en la mesa de centro de la pequeña sala de espera en cuanto la puerta del despacho se abrió. El castaño salió primero, chupando una pequeña paleta de dulce rojo como si fuera la mejor cosa del universo. Sonrió enternecida.

No sabía si todo esto había sido para mejor o peor, menos si es que eso era de relevancia. Sabía que habían aspectos de su vida que habían mejorado, que se había acercado a su hijo como nunca creyó posible, pero la pregunta seguía allí… ¿Había valido la pena el costo? ¿Hasta cuándo duraría esto? ¿Qué pasaría cuando la terrible bola de cristal de la ilusión se estrellase contra el concreto de la normalidad?

-¡Cariño! ¿Cómo te fue?-abrazó al castaño quien se quitó la paleta da la boca para darle un beso en la mejilla.

-Bien. Con la doctora dibujamos y fue divertido… aunque mis dibujos siguen pareciendo de un niño de ocho-se quejó, frunciendo el ceño.

-Nah, estás exagerando. Hey, ¿por qué no vas a prender el auto y poner la radio en la estación correcta?-le pasó las llaves y el menor salió corriendo, entusiasmado. Cuando su hijo hubo desaparecido tras las puertas metálicas del ascensor suspiró y miró a la doctora con cansancio-. ¿Y? ¿Cómo está?

-SooYin…-dijo con una exhalación ligera, dejando las formalidades para sincerarse con su colega y amiga personal-. No sé qué decirte. Sé que quieres que lo trate, por el punto objetivo, pero en serio… ¿qué crees tú? DongHae ha desarrollado una personalidad para combatir su fobia, su romance tormentoso, el hecho de haber estado al borde de la muerte por segunda vez… DongHwa tiene todas las herramientas para lidiar con los golpes de la vida, su capacidad de resiliencia y salud emocional son impecables. Es increíble pensar que este niño es en realidad un enorme desastre. Es como si estuviera sano, en realidad. ¿Qué tratamiento quieres que adopte? ¿Devolverlo a su amor dependiente y destructivo?

-¡¿Y qué sugieres que haga entonces?!-preguntó Lee SooYin, al borde del llanto-. ¿Lo dejo así y que viva una mentira toda su vida?

-Mierda, no lo sé. Estoy diciendo que estamos en un agujero negro de la medicina. La doble personalidad es una patología, pero nunca había conocido un caso en donde la segunda persona fuese tan… sana, cabal, mientras que el carácter original es tan… tórrido y vicioso. ¿Se supone que lo forcemos a recuperar el control de su cuerpo y la memoria racional?

SooYin se frotó las sienes, su jaqueca crónica aumentando decibeles. La doctora respiró profundo antes de acercarse un poco más, acariciando el brazo de la otra con ese ademán tan médico que parece decir “esto es una mierda, pero tengo que fingir que hay una posibilidad de que esté bien”.

-Mi consejo por ahora será que dejes que las cosas sigan su curso, y te centres en que tu hijo crezca y se sobreponga a su tragedia. El resto… el resto lo veremos después. ¿Está bien?

Es más fácil decirlo que hacerlo.

~*~

SooYin había nacido en Seúl, sí. Era toda una citadina.

Eso hasta que había conocido al padre de su único hijo, DongWoon, claro. Por él se había mudado a este pequeño pueblo costero, donde su lujo más grande era precisamente el alejarse manejando de allí durante sus “vacaciones secretas”, que ocultaba bajo el nombre de “viaje de trabajo”. 

Nunca se había quejado. Entendía que esta era la vida que había escogido, que su esposo e hijo amaban esto, el ambiente, la calma. Sin embargo, con todo lo que había ocurrido en los últimos meses, SooYin comenzaba a sentir que quizá este pueblo ya no fuera lo mejor para su familia. Quizá volver a las concurridas calles de la capital sería la solución perfecta para que DongHae volviera en sí de una manera saludable para sí mismo.

Observó al castaño, sentado a su lado en el asiento del copiloto y sonrió al ver que trazaba amorfas figuras en el vidrio empañado de la ventana. Le costaba creer que alguien de apariencia tan cándida hubiera sido capaz de intentar suicidarse por alguien más, porque le habían impedido estar con alguien. ¿Cómo…?

-Soñé con unos ojos…-dijo DongHwa de pronto, quedamente, casi como si SooYin hubiese leído directamente de sus pensamientos.

SooYin frunció el ceño.

-¿Ojos? ¿A qué te refieres? ¿Qué clase de ojos?

DongHwa se encogió de hombros.

-No sé. Ojos-fue su escueta respuesta.

SooYin eligió no seguir presionando, y en lugar de seguir inquiriendo, cambió de tema, preguntando a su hijo si le estaba gustando su nuevo colegio.

Y fue allí cuando se dio cuenta de que en la curva más recóndita de su alma, no quería que su hijo se recuperara.

Quería conservar a DongHwa toda su vida de ser posible.

~*~

Hay cosas que nadie puede controlar.

Se les puede llamar eventualidades, sí, ¿pero cómo les llamas cuando el imprevisto no es provocado por un azar del destino sino por otro ser humano ejerciendo su libre albedrío?

Lee SooYin, actualmente madre de un cierto individuo llamado Lee DongHwa, había hecho de todo para que su hijo no se enfrentase a esta… coincidencia.

Lee DongHwa, su hijo, no podía saberlo.

Lee HyukJae, el generador de tal coincidencia, miró de arriba abajo a este chico que ocupaba el cuerpo del amor de su vida, deteniéndose en sus ojos color café que cada día parecían más claros.

Había estado observando a DongHwa prácticamente desde que había… “nacido”. No era DongHae, no estaba ni cerca de serlo, pero su rostro… su rostro era el mismo. Facciones suaves y universalmente atractivas, piel pálida y tersa, labios delgados y rojizos, nariz respingada… Aunque sus ojos… Pero bueno, eran sólo ojos, ¿no? ¿Qué eran un par de estrellas en todo un universo de células?

Los ojos son la ventana del alma, y DongHae sólo había cerrado las cortinas por un momento. Él se encargaría de hacer que volvieran a abrirse, de traer a su pequeño de vuelta.

Se acercó al castaño y se sentó a su lado. El menor lo miró de reojo pero no le prestó mayor atención.

-Hola-saludó, y DongHwa lo miró con la ceja alzada.

-Hola.

HyukJae sonrió para sí mismo. A alguien nunca le habían enseñado a no hablar con extraños.

-¿Vamos al mismo colegio?-preguntó el pelirrojo, sabiendo la respuesta de antemano. DongHwa miró su propio uniforme y luego el del mayor y asintió.

-Eso creo.

Y eso fue todo. El bus se detuvo frente a ellos y ambos subieron por su cuenta. HyukJae se sentó unos puestos delante de DongHwa, eligiendo no hacerlo a su lado para no asustarlo.

No fue necesario.

DongHwa lo miró todo el camino.

~*~

-Gracias por comer conmigo-musitó el castaño, mordisqueando su sándwich sin hambre.

El pelirrojo lo miró enternecido. Se lo decía como si fuera un gran favor, como si HyukJae estuviese sacrificando su preciado tiempo para estar con él. Si tan sólo supiera que la única  razón de la miserable y vacía vida de HyukJae era él… No debía enterarse. No aún, al menos.

-No des las gracias, pequeño.

-¿No tienes hambre hyung?

HyukJae negó con la cabeza, pensando que prefería mil veces mirar a DongHwa. Ugh, el cliché.

~*~

DongHwa y HyukJae comenzaron a salir en septiembre de ese mismo año, apenas un mes y medio después de haberse “conocido”. Aunque el mayor no lo habría denominado así propiamente tal.

Poco a poco DongHwa se había rendido y había aceptado el hecho de que él y sus nuevos compañeros no eran compatibles, optando por pasar los recreos y tiempo de ocio con HyukJae en su lugar, y entre ambos habían construido una pequeña rutina personal.

Salían de compras, a los parques, a andar en bicicleta, al cine, jugaban video juegos, estudiaban, conversaban en paseos azarosos y se reían juntos. Siempre se reían.

Nunca iban a la casa del menor, por supuesto. DongHwa no tenía idea, claro, del porqué real, pero le parecía sensato y hasta más cómodo ir al departamento de HyukJae y su hermana en lugar del propio. Estar allí lo hacía sentir tranquilo, por alguna razón; le hacía experimentar una extraña emoción sosegadora, nostálgica. Sabía exactamente cómo sentarse en el sillón para estar cómodo, o dónde estaban los utensilios en la cocina o en la sala.

Quizá todo esto era una especie de destino.

~*~

Fue una tarde helada de octubre; el cumpleaños de DongHae cayó en día sábado y HyukJae lo sacó a pasear por el centro comercial más cercano, donde compartieron su primer beso frente a una tienda de música abarrotada de CDs de la boyband de moda, rodeados de gente que los miraba de reojo, juzgándolos.

Los labios de DongHwa sabían a mantequilla de las palomitas que habían compartido al ir al cine, y en el fondo de su mente HyukJae recordó que DongHae odiaba las palomitas de maíz.

Un segundo después, profundizó el beso, enterrando todo pensamiento de DongHae bajo infinitas capas de la suavidad e ingenuidad de DongHwa.

El menor no se resistió; hubiera sido mentira decir que no estaba esperando que el otro tomara el mando y diera el primer paso. Todo Lee HyukJae había sido lo único que ocupaba su mente desde ese primer almuerzo. Y aunque no era algo que diría en voz alta, estaba muriéndose por probar esos labios, por ver dónde lo llevaría esa indudable atracción que sabía que sentía por él.

Después de eso, HyukJae pudo decir con certeza que había obtenido a Lee DongHae de nuevo.

Salvo que HyukJae a duras penas lograba omitir esa voz en su interior que le decía que el chico en sus brazos no era Lee DongHae, su DongHae.

~*~

La inocencia es una cualidad maravillosa y cristalina, una vez que se estrella contra el suelo se triza en pedazos y no hay forma de repararla, por más que se trate. Es un estado sublime y escasamente alcanzable, que se desvanece a medida que el níveo lienzo se va tiñendo de negro.

HyukJae disfrutaba de esta cualidad de su nueva relación casi como un niño disfruta de un juguete novedoso; DongHwa era inexperto y cauteloso, curioso pero prudente, completamente diferente a la personalidad que en primer lugar le había llamado la atención de DongHae.

DongHae había sido un pendejo asustadizo, un verdadero pendejo, pero con ganas de desafiar a sus padres y que había encontrado en HyukJae la oportunidad para hacerlo. Era el tipo de persona que quería romper con la vida. Comparándolos, DongHwa era mucho más maduro.

Pero el punto era que HyukJae no debería estar comparando. ¿Por qué lo hacía? Miraba al menor durmiendo en su sofá y no lograba ver a su antigua pareja en el castaño durmiendo desparramado por el mueble.

DongHae cuando dormía solo siempre lo hacía en posición fetal.
DongHae tenía miedo constantemente de las sombras que lo rodeaban.
DongHae lo besaba de manera desesperada y hambrienta, como si cada pedacito de respiración lo estuviese manteniendo vivo.
DongHae había sido capaz de morir por él y volver a su lado.
DongHae… este niño no era DongHae.

Y aun así no podía alejarse, no podía decirle que no.

¿Qué estaba mal con él?

~*~

-Hyung, ¿te gustan así?

HyukJae miró por sobre el hombro de DongHwa hacia la sartén donde estaba revolviendo la yema líquida del huevo que rápidamente comenzaba a formar pequeños nudos sobre el aceite.

-Un poco más y estará listo.

De alguna forma, DongHwa había convencido a su madre de dejarlo pasar la noche fuera de casa, con la excusa de ir a hacer un trabajo a casa de un amigo (HyukJae le había explicado que no convenía decir que su nuevo y único amigo, o mucho más que amigo, en realidad, era cinco años mayor que él), y ahora estaban simplemente disfrutando de la compañía del otro.

HyukJae se había deshecho de SoRa y estaba absorbiendo cada momento de la compañía del menor, grabándolo directo en su memoria.

DongHwa le daba un toque nuevo e inocente a todo lo que hacía, la manera en que pedía permiso para sacar cada ingrediente de la improvisada cena que estaban preparando, cuando confesaba que había olvidado su pijama y tímidamente le preguntaba a HyukJae si le prestaría uno, en la forma en que se ponía de puntas para darle un casto beso como agradecimiento.

Era refrescante.

Todo en él era refrescante.

Lo bello de la inocencia, sin embargo, es que puede ser corrompida.

El castaño se sobresaltó un poco cuando sintió la boca del pelirrojo en la parte de su hombro que el pijama dejaba ver, y luego de sus labios, sus dientes.

-¿Qué haces?-preguntó, alzando una ceja.

-Te muerdo, porque quiero devorarte-contestó, casi demasiado honestamente, acariciando los costados del menor con experticia.

DongHwa lo miró fijamente, sus ojos cristalinos moviéndose por el rostro del mayor sin descanso, provocándole escalofríos.

-¿Entonces… qué esperas?

Esas palabras le robaron el aliento. No se había escapado a sus oídos el ligero temblor de su voz ni el sonrojo en sus mejillas. Pero lo había dicho. Y HyukJae no pudo resistirse.

Lo besó, lo besó una y otra vez hasta que ya no supo cómo separar sus labios.
Lo besó y ya no pudo dejar de besarlo jamás.

Subió al castaño al mesón de la cocina, tocando sus muslos, sus costados, su espalda, tomando su rostro entre sus manos y enredando sus dedos en su cabello.

DongHwa gimió ahogadamente y le rodeó el cuello con los brazos, apretándose contra él.

Dicen que el cuerpo no olvida.

~*~

Después de su primera noche juntos DongHwa ya no había querido separarse más de  HyukJae, casi literalmente. Por supuesto que no podían estar todo el tiempo juntos. No como antes al menos. Pero el mayor no se había perdido de las señales, las mismas señales que había presenciado en DongHae hacía uno años.

Los mensajes de “te extraño” volviéndose frecuentes, las llamadas incesantes, los pequeños tics nerviosos como morderse las uñas o el labio cada vez que HyukJae iba al baño o incluso a comprar algo a un almacén cercano, optando finalmente por acompañarlo a donde fuera.

HyukJae ya lo había vivido una vez, lo comprendía perfectamente.

DongHwa tenía miedo de estar sin él. Real y tangible miedo, de ese que lo volvería más y más irracional conforme pasaran los días, encadenándolo.

La certeza le sentaba como oro líquido a su humor.

Aunque claro… no había forma de que sólo DongHwa fuese el afectado por un sentimiento tan poderoso. Y si él estaba descascarando su corazón para el mayor, HyukJae ya estaba cegado por la obsesión, por los deseos de poseer a DongHwa en todos los sentidos de la palabra. Quería abrazarlo y no dejarlo ir, quería besarlo hasta morir de cansancio, quería raptarlo y llevarlo hasta el fin del mundo donde nadie más que él pudiese contemplarlo.

Por ahora se conformaba con caminar tomados de la mano desde su colegio en vez de tomar el bus, solo porque eso les daba más tiempo para disfrutar del otro.

-Hum, bueno, allí está mi casa-murmuró DongHae, indicando al edificio a dos cuadras de donde se encontraban, fiel al compromiso de separarse siempre a una distancia prudente.

HyukJae se mordió el labio al apreciar la mirada casi agonizante de DongHae ante la idea de separarse y suspiró.

-¿Sabes qué? Te acompaño-ofreció sonriendo, y el rostro del menor se iluminó.

El amor los estaba volviendo descuidados.

~*~

Los accidentes son imprevisibles.

Aunque no realmente.

Los accidentes ocurren porque se es descuidado, arrogante, porque se cree que “nunca va a pasarme a mí”.

Y sin embargo, cuando ocurren, sabemos que hubo muchas cosas que podríamos haber hecho para evitarlos.

Cuando SooYin encontró a su hijo desnudo en brazos de HyukJae por segunda vez se sintió horriblemente traicionada. Su segunda oportunidad destrozada. ¿Cómo carajos podría haber ocurrido esto? Sin embargo la historia es cíclica para que aprendamos de nuestros errores, y Lee SooYin no sería la excepción.

Tomó su celular y de inmediato marcó el número que debió haber marcado mucho antes del accidente de auto. Que marcó una vez, y que por aquel incidente se había arrepentido de marcar.

No, había sido suficiente.


Fue como una ruptura en el universo, el momento en que su madre lo arrancó de los cálidos brazos de HyukJae y lo cubrió con una sábana para que los hombres de uniforme entraran a llevarse al mayor.

-¡¿Mamá?! ¡NO! ¿Qué?

Tuvo la asquerosa y agobiante sensación de que esto ya le había ocurrido antes, de que esta turbadora escena ya había transcurrido frente a él exactamente de esta misma forma. Era tan abrasadoramente real que quemaba la carne de DongHae por dentro.

-¡HYUKJAE! ¡Suéltame! ¡Suéltame!-chilló desesperado, viendo cómo los policías esposaban a HyukJae y se lo llevaban a empujones.

Odió a su madre, odió al mundo, se odió a sí mismo. ¿Por qué, qué había hecho HyukJae de malo? Era injusto, injusto, HyukJae… Hyukjae…

-¡HYUKJAE!-volvió a gritar, su garganta ardiendo en protesta.

Después, el mundo se desvaneció.

Liberation.


Gris, todo lo que podía ver HyukJae en su horizonte eran paredes frías y grises, a cuya pintura descascarada la piel de sus brazos se adhería casi dolorosamente. ¿Cómo había llegado a eso? ¿Cómo podía haber tropezado dos veces con la misma piedra?

No, lo haría una tercera. Y una cuarta. Y una eterna.

Lo amaba, lo adoraba demasiado como para haberse alejado, como para haberse contenido, y se llega a dar la situación de nuevo, HyukJae lo perseguiría hasta el fin de las consecuencias.

Lo amaba.
Lo amaba.

No había  más explicación que aquella.

Pasos resonaron por el pasillo desierto, un tap-tap cadencioso y rutinario, y otro inquieto e irregular. Visitas.

-Lee HyukJae. Visita especial.

El pelirrojo levantó la vista del suelo para mirar al guardia,

-¡DongHwa!

Había algo en sus ojos, ya no claros y cristalinos, sino viciados y color chocolate…

-¿DongHae?

No podía dar crédito a sus ojos, pero sí, sin duda aquel era su pequeño original, su sensual rebelde al que tanto se había esforzado por traer de vuelta. Sus ojos se llenaron de lágrimas y se acercó a las barras de la celda. No quería pensar en cómo el menor había logrado esta visita especial, qué había hecho para sobornar al guardia, o en los problemas en que podrían meterse.

Nada importa. DongHae, su DongHae, estaba allí. Y era maravilloso, tan maravilloso como la primera vez en que sus ojos se posaron su menudo cuerpo.

-DongHae, mierda, te he extrañado tanto… No… no puedo creerlo.

El castaño chasqueó la lengua y se acercó al rostro del mayor, ignorando la advertencia del guardia, quien se encogió de hombros y caminó hacia su oficina, dejándolos solos. Después de todo… tenían el arreglo, y si DongHae resultaba herido o muerto a él bien poco le importaba.

Los finos dedos de DongHae se posaron sobre las manos de HyukJae que, empuñadas alrededor de los barrotes, se relajaron bajo el tacto.

-¿En serio me has extrañado, Hyukkie?-murmuró con su voz falsamente melosa, su aliento frío golpeando la mejilla sonrojada del mayor-. ¿En serio? Porque no se escuchaba como que me estuvieses esperando a mí…

-¿Qué…?

-¿Te has divertido engañándome, Hyuk? ¿Te has divertido jodiendo al dulce y tierno DongHwa?

HyukJae soltó una risita incrédula y nerviosa, su pulso acelerándose. Había una carga letal en las palabras del menor, algo que hizo que se estremeciera bajo las palabras lacónicamente emitidas.

-Hae, amor, tienes que estar bromeando… Eras tú, siempre has sido tú.

-Oh, no, OH NO. Ni se te ocurra meterme en el mismo saco que ese idiota… No. No. Él no es como yo, él no te amaba como yo, él ya no existe, y tú… tú me engañaste.

-DongHae… DongHae carajo, no digas estupideces. Dime que has venido a sacarme de aquí, por favor.

La expresión de DongHae se suavizó y sonrió compasivamente, haciendo que el corazón del mayor se hinchara casi dolorosamente dentro de su pecho. Esa sonrisa… esos labios eran únicos. Este era DongHae, su DongHae, y ni siquiera el más adorable ni parecido de los niñitos de revista se podía comparar a él.

Dejó el menor se acercara a él y que sus labios se rozaran por un segundo. DongHae atrapó su labio inferior entre sus dientes y tirándolo con suavidad. HyukJae gimió en lo profundo de su garganta. Como había extrañado esto.

El castaño bajó sus manos hasta la cintura del mayor, apretando sus costados juguetonamente.

-HyukJae, te amo, te amo, te adoro, tanto, tanto, tanto-susurró sobre su boca, suspirando, volviendo a besar a HyukJae, y por un minuto el mayor creyó que estaba salvado, que saldría de allí y reharía su vida con DongHae…-. Y espero que te pudras en el infierno o la cárcel, como prefieras. Vas a maldecir la hora en que decidiste meterte con ese pendejo.

El pelirrojo alcanzó a murmurar un débil “DongHae” antes de sentir un profundo dolor  en su costado donde DongHae tenía su mano derecha hacía cinco segundos, el torrente de sangre agolpándose hacia la herida abierta.

DongHae dejó que el cuchillo se deslizara por su mano hasta el suelo. El sonido que produjo el metal contra el suelo resonó en las paredes por sobre los jadeos y quejidos lastimeros de HyukJae, y le provocó escalofríos al menor.

Observó fijamente al pelirrojo ahora arrodillado en el suelo, y sus miradas se encontraron. Los ojos de HyukJae estaban inyectados en sangre, apagados, luchando contra el dolor físico y la herida en su corazón. No sabía cuál lo angustiaba más. Los de DongHae brillaban, fulgurantes e intensos.

En ese momento DongHae supo que se volverían a encontrar. Quizá cuándo, quizá dónde, quizá cómo…  Y DongHae lo estaría esperando.

Por un momento, su amor por HyukJae pesó más intenso que nunca en su pecho y sonrió con todo el afecto que poseía dentro de sí.

Después, se dio media vuelta y se fue, sus pasos resonando en la cabeza de HyukJae—tap, tap, tap

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